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¡NO VOLVERE A PECAR!

¡Mira, Señor, que oscuro, cuan inmenso es ese cementerio de la humanidad! Mientras camino por él, pienso en tantos millones de almas que yacen bajo nuestras plantas, tronchadas sus vidas por el sabroso, pero traicionero veneno del pecar.
Señor, ellas no te conocen; la muerte las aísla por completo de disfrutar tu mirada, de contemplar tu rostro. ¡Ah, Dios mío, si ellas también pudieran sentirse así, seguras, llevadas de tu mano constantemente! Y pensar, Señor, que también yo, en otro tiempo, me encontraba sepultado en las tinieblas por beber entontecido en esa copa del pecar. ¿Qué habría sido de mí, Señor, si tu voz autorizada no me hubiera iluminado con aquel potente ¡Lázaro, ven fuera! que me hizo despertar?
Señor, siento lástima por esas almas que están muertas aún; yo las amo porque sé que tú las amas también; ellas son tus criaturas, que hiciste para vida, pero están sumidas en la muerte por su maldad. Diste tu sangre para limpiarlas, y como lo ignoran, permanecen en la podredumbre; les tienes los brazos extendidos y ellos no se mueven a cerrar el abrazo feliz, pero yo las amo, Señor. Allí se encuentra sumido mi amigo apreciado, mi pariente, entre ellos también está mi hermano.
¡Oh, Dios! Yo quisiera sentir a esas almas tan cerca de mí como cerca de ti me puedo sentir; pero no te dejaré para volver a donde ellas están. Allí solo se puede descender por la escala del pecado, y con tu ayuda NO VOLVERE A PECAR.
¡Oh, Jesús! Ya que ellas no vienen por sí mismas, ya que yo no puedo bajar a traerlas, en tu nombre les llamaré desde aquí arriba. Si tú me inspiras, mi clamor podrá romper la losa; desde aquí arriba, en tu nombre, les gritaré como el apóstol Pablo:

«¡Despiértate tú que duermes, y levántate de los muertos, y te alumbrará Cristo!» Efe.5:14.


P. Ev. B. Luis , Campaña # 1, Oct. 1960